La Ruta del Tequila como circuito turístico es un lugar que representa la cultura de nuestro país y que combina su la historia y sus bellezas naturales. Este circuito pretende mostrar a los turistas el procedimiento de la jima (cosecha del agave) y la fabricación del tequila entre los municipios de la Región Valles (el Arenal, Amatitán, Tequila, Magdalena, Teuchitlán, Etzatlán, Ahualulco y San Juanito). Sin embargo, la ruta del tequila es también un reflejo de la coexistencia de arquitectura patrimonial y neocolonial con elementos pertenecientes a otros períodos que intentan exaltar los valores estéticos de “lo mexicano”.
Más allá de eso, podemos observar que la arquitectura inserta en la ruta abarca las instalaciones tequileras (destilerías, tabernas, haciendas y bodegas) y las edificaciones de valor patrimonial que se localizan en las áreas urbanas. Su valor arquitectónico recae en la relevancia de la producción del tequila llevada a cabo en ellas y no precisamente en una corriente arquitectónica concreta, pues en la Ruta del Tequila la arquitectura fue evolucionando desde estilos arquitectónicos diversos, tales el Barroco, el Neoclásico, el Neogótico, el Neocolonial, el Art Decó, el Funcionalismo o el estilo Internacional que se fueron agregando como componentes estilísticos aplicados a inmuebles industriales, variaciones más perceptibles a través de la superposición de materiales y la introducción de innovaciones tecnológicas que en conjunto narran su evolución. Sin olvidar a los pueblos que componen esta Ruta, pues presentan una relevancia arquitectónica en la que destaca esta misma coexistencia de arquitecturas de carácter religioso y viviendas que suelen ser catalogadas como vernáculas por la utilización de materiales tradicionales y por ser generalmente autoconstruidas.
En esta atracción turística podemos advertir las virtudes de la arquitectura que le permiten fungir como mediadora entre el turista y la Ruta; además de ser un objeto mediático que legitima un destino turístico. Es importante resaltar que su iconicidad radica en la capacidad plástica que posee para generar un efecto souvenir generando “valor añadido” al lugar.